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Más allá de la anécdota, que no deja de ser curiosa, te decía que me sirvió para pensar que nos empeñamos muchas veces en buscar soluciones siguiendo un camino, y es necesario levantar la cabeza para discurrir alternativas porque muchas veces, en lo sencillo está la clave.
No hace falta buscar la solución supersofisticada al problema. De hecho, suele ser justo al contrario.
¿Cuántas veces te ha pasado que estás metido en un proyecto, empezáis a pensar en cómo resolver un determinado problema, y una solución lleva a otro problema, que se resuelve pero crea otro, que se resuelve pero crea otro… y todo se va complicando hasta que el resultado no hay manera de explicarlo?
Si eso te vuelve a pasar, piensa en “la persona de la manilla del baño” (ya sabes que me gusta bautizar todo. Lo que tiene nombre se recuerda mejor).
No te sientas mejor profesional y más listo por haber creado un cojo-montaje para resolver un problema. Al revés, sospecha.
Aquí van algunas preguntas que podrías hacerte cuando creas que hayas diseñado con la solución de algo:
En el caso de que cualquiera de estas preguntas no pueda ser contestada con un SI, entonces merece la pena que repases el resultado porque significa que huele a que, en el futuro, vas sufrir la complejidad de lo que has creado.
Para terminar, te dejo una frase de Einstein que siempre intento recordar cuando me encuentro en este tipo de embrollos donde hay aroma a que hemos complicado mucho la solución:
“Todo debe hacerse tan simple como sea posible, pero no más simple”
Por cierto, para los que tengáis curiosidad, os presento al tirador 😉
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